Escuché
a los wichí.
El
sonido me invadió el alma,
me
estremeció el cuerpo.
Era
el sonido del agua,
del
sedimento,
del
algarrobo y del viento.
Del
quebracho, del mortero y
el
repiquetear del pájaro carpintero.
Escuché
el sonido de la miel y del monte.
La
lengua y el ambiente eran uno.
El
pueblo y el medio eran uno.
Mancomunados,
indisolubles.
Eran
uno.
Diego
Gallotti
20/4/19,
Formosa
2 comentarios:
Me encanta
Me alegro :)
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