La
palabra ingresó inofensiva a su cuerpo.
Lo
recorrió íntegramente a través de sus arterias.
Pasó
centelleante por el hígado, los genitales y el corazón.
Finalmente
se alojó en el cerebro,
en
un alejado bit.
Estableció
nuevas conexiones y enlaces.
Todo
comenzó a moverse con mayor fluidez,
con
más energía y velocidad.
Se
abrieron nuevos caminos,
nuevas
puertas y ventanas,
nuevos
puentes y asociaciones.
Todo
era más liviano, más fácil, más placentero.
La
nueva palabra sustituyó a otra ya obsoleta.
¿Quién
sabe si en unos años la nueva palabra no implicaría también algún nuevo impedimento?
Diego
Gallotti
4/5/17
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